Una niñera cachonda y su pupilo adulto.

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Dora estaba de pie, alta y firme, con las manos apoyadas en las caderas, y sus ojos castaño oscuro penetraban en el alma de Kevin. Su pelo negro le caía por la espalda, cayendo en cascada sobre los hombros y sobre sus pechos llenos y firmes. Llevaba una camiseta blanca de tirantes, ajustada y escotada, que dejaba ver la curva de su escote y su tonificado vientre. Tenía unas piernas largas y torneadas que llegaban hasta su culo perfecto, cubierto por unos pantalones cortos vaqueros ajustados y rotos.

Kevin estaba sentado en el sofá, con los ojos clavados en el cuerpo de Dora. No podía evitar mirarla fijamente, contemplando cada centímetro de ella. Siempre había estado enamorado de ella, desde que empezó a cuidarlo cuando era sólo un niño. Pero ahora, a los veinte años, no podía negar los sentimientos que corrían por sus venas.

Dora se fijó en la mirada de Kevin y sonrió con satisfacción. «¿Te gusta lo que ves?», preguntó, con una voz cargada de confianza y sensualidad.

Kevin se ruborizó, pero no apartó la mirada. «Sí, me gusta», dijo, con la voz baja y ronca.

La sonrisa de Dora se amplió. «Bien», dijo, acercándose un paso a Kevin. «Porque hacía tiempo que quería hacer esto».

Dora se inclinó y apretó los labios contra los de Kevin. Él respondió con entusiasmo, rodeándola con los brazos y acercándola más a ella. Las manos de Dora recorrieron el pecho de Kevin, sintiendo los músculos bajo la camisa. Sentía su dureza presionándola y sabía que él la deseaba tanto como ella a él.

Dora rompió el beso y miró a Kevin a los ojos. «Quiero que te quites la ropa -dijo con voz autoritaria y segura.

Kevin no dudó. Se levantó y empezó a desnudarse, sin apartar los ojos de Dora. Ella lo observó mientras se despojaba de la camisa, mostrando su pecho musculoso y tonificado. Se quitó los zapatos y los calcetines, y luego se bajó los pantalones por las piernas, mostrando su polla dura y palpitante.

Los ojos de Dora se abrieron de par en par al contemplar la polla de Kevin. Era larga y gruesa, con una curvatura que le hizo sentir un cosquilleo en el coño. Se relamió y se le hizo la boca agua al pensar en rodearla con los labios.

Kevin se acercó a Dora, con la polla a escasos centímetros de su cara. Ella lo miró, con los ojos llenos de deseo. «Chúpala», dijo, con voz grave e imperiosa.

Dora no necesitó que se lo repitieran. Rodeó la polla de Kevin con los labios, absorbiéndola por completo. Dio vueltas con la lengua alrededor de la cabeza, provocándole y haciéndole gemir de placer. Lo introdujo más profundamente en su boca, sintiendo cómo golpeaba el fondo de su garganta. Chupó y movió la cabeza, llevándoselo cada vez más adentro.

Las manos de Kevin se dirigieron a la cabeza de Dora, guiándola mientras se la chupaba. Sentía que se acercaba, que el placer aumentaba en su interior. «Voy a correrme», dijo con la voz entrecortada.

Dora no se detuvo. Chupó con más fuerza, penetrándolo más profundamente. Sentía cómo palpitaba en su boca, cómo su esperma se deslizaba por su garganta. Tragó hasta la última gota, saboreando su sabor.

Kevin se sacó de la boca de Dora, con la polla aún dura y chorreando semen. Dora se levantó, con el coño húmedo y dolorido. «Fóllame», dijo, con la voz apenas por encima de un susurro.

Kevin no necesitó que se lo dijeran dos veces. Levantó a Dora y la llevó al dormitorio, tumbándola en la cama. Se subió encima de ella, con la polla presionando su coño húmedo y ansioso. La miró a los ojos y vio en ellos el deseo y la necesidad.
Dora rodeó la cintura de Kevin con las piernas, atrayéndolo más hacia sí. «Fóllame», volvió a decir, con voz urgente y necesitada.

Kevin no dudó. Empujó a Dora, llenándola por completo. Ella gimió de placer, clavándole las uñas en la espalda. Empezó a moverse, follándola con fuerza y rapidez. Dora le correspondía, sus cuerpos se movían en perfecta armonía.

Kevin sintió que se acercaba de nuevo, que el placer aumentaba en su interior. Dora también lo sentía y su coño se estrechaba contra él. «Córrete dentro de mí», dijo, con la voz entrecortada.

Kevin no dudó. Empujó más y más fuerte, con la polla palpitando dentro del coño de Dora. Sentía cómo la llenaba, cómo su semen se mezclaba con su humedad. Dora gimió, apretando el coño a su alrededor mientras se corría.

Kevin se desplomó sobre Dora, ambos jadeando y cubiertos de sudor. Dora lo rodeó con los brazos, estrechándolo contra sí. «Ha sido increíble», dijo, con voz suave y sin aliento.

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