Glenna, de veinticinco años y fotógrafa en ciernes, había convencido a su hermano menor Bart, de veinte años y un joven fornido, para que modelara para su último proyecto. El escenario era una cascada aislada, donde el agua cristalina caía en cascada por las rocas lisas, creando un ambiente tranquilo que sólo se veía perturbado por el ocasional canto de los pájaros.
Glenna hizo posar a Bart en varios lugares, con su cuerpo tonificado brillando a la luz del sol que se filtraba entre los árboles. Le animó a que hiciera diferentes formas con sus extremidades, para crear imágenes dinámicas que cautivaran a su público. Bart, aunque al principio dudaba, se encontró disfrutando de la experiencia. Se sentía como un dios griego, disfrutando de la admiración del objetivo de su hermana.
Sin embargo, Glenna tenía una vena traviesa. Quería añadir un elemento sorpresa a sus fotografías, algo que las hiciera destacar. Decidió introducir alguna broma juguetona en la sesión.
«Bart», gritó, con voz sensual y grave. «¿Puedes darte la vuelta y mirar hacia la cascada? Quiero captar las gotas de agua en tu piel».
Bart accedió, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. Sintió un extraño escalofrío al oír el clic-clic-clic de la cámara de Glenna. No podía verla, pero sentía su mirada clavada en él, evaluando su cuerpo con ojo crítico.
Glenna, por su parte, se deleitaba en el control que tenía de la situación. Sabía que Bart desconocía sus verdaderas intenciones y disfrutaba de la dinámica de poder que se había creado. Decidió ir un poco más allá.
«Bart», dijo, con voz apenas por encima de un susurro. «¿Puedes quitarte la camiseta? Quiero captar el aspecto del agua sobre tu pecho desnudo».
Bart vaciló un instante, pero el encanto de estar a la altura de su imagen divina era demasiado fuerte. Se quitó la camiseta, mostrando sus cincelados abdominales y sus anchos hombros. Glenna no pudo evitar soltar un leve silbido mientras seguía fotografiándolo.
A medida que avanzaba la sesión, las burlas de Glenna eran cada vez más evidentes. Le pidió a Bart que se quitara los pantalones, dejándolo en bóxers. Le animó a que se tocara, a que posara de forma que acentuara su excitación. Bart, aunque al principio se sentía avergonzado, se fue excitando cada vez más a medida que avanzaba la sesión.
Finalmente, Glenna no pudo soportarlo más. Dejó la cámara y se acercó a Bart, con los ojos llenos de deseo. Le cogió de la mano y le condujo a un lugar apartado detrás de la cascada, donde el agua caía en cascada a su alrededor como una cortina.
Glenna apretó su cuerpo contra el de Bart y sus curvas se amoldaron a su musculosa figura. Le pasó las manos por el pecho, sintiendo cómo los músculos se ondulaban bajo las yemas de sus dedos. Bart soltó un gemido grave y sus manos se dirigieron a las caderas de Glenna.
Sus labios chocaron en un beso apasionado, sus lenguas explorando la boca del otro con una urgencia incontenible. Las manos de Glenna se dirigieron a los calzoncillos de Bart, tirando de ellos hacia abajo con un afán que hizo que a Bart le diera vueltas la cabeza.
Cuando Glenna se llevó a Bart a la boca, éste soltó un gemido bajo, y la sensación de su lengua en la polla le produjo escalofríos. Glenna hizo su magia, moviendo la boca y la mano a un ritmo que enloqueció a Bart.
Finalmente, Bart no pudo aguantar más. Tiró de Glenna hacia arriba y sus manos encontraron sus pechos bajo la camisa mojada. Le acarició los pezones, sintiendo cómo se endurecían bajo sus dedos. Glenna soltó un gemido grave y sus caderas rechinaron contra las de Bart.
Bart le quitó los calzoncillos a Glenna, dejando al descubierto su coño desnudo. Le pasó los dedos por los labios, sintiendo la humedad que los cubría. Glenna soltó un gemido grave y sus caderas se agitaron contra su mano.
Bart deslizó un dedo dentro de Glenna, sintiendo cómo sus paredes se cerraban a su alrededor. Añadió un segundo dedo, follándola con un ritmo lento y deliberado. Glenna soltó un gemido grave y sus manos se dirigieron a la polla de Bart.
Bart soltó un gemido bajo cuando Glenna empezó a acariciarlo, moviendo la mano al compás de los dedos de él dentro de ella. La sensación era abrumadora y Bart sabía que no podría aguantar mucho más.
Finalmente, Bart no pudo aguantar más. Sacó los dedos y los sustituyó por la polla, penetrando a Glenna con una ferocidad que la hizo jadear. Se movían juntos, con los cuerpos resbaladizos por el sudor y el agua de la cascada.
Bart sintió cómo las paredes de Glenna se cerraban a su alrededor cuando ella se corrió, y su orgasmo desencadenó el suyo. Soltó un gemido bajo cuando se corrió dentro de ella, con la polla agitándose a cada chorro.
Mientras yacían juntos, con los cuerpos agotados y saciados, Glenna no pudo evitar una sensación de satisfacción. Había sobrepasado los límites de su relación y se había visto recompensada con una experiencia que la acompañaría siempre. Bart, por su parte, no podía sino estar de acuerdo. El rodaje había sido arriesgado, pero había merecido la pena.